Es ya lugar común para los historiadores afirmar que la década de 1640
inauguró, en el campo de la política, una nueva «era» en la evolución de la monarquía
Hispánica. Aquellos años, sin embargo, permanecen todavía neblinosos en más de un
aspecto. En realidad, es posible que hasta hoy no hayamos hecho más que centrar
nuestra mirada en la punta de un enorme y casi desconocido iceberg que, a poco que
comience a investigarse a fondo, arrojará sorpresas y matices respecto a los nada
comunes acontecimientos que tuvieron lugar por entonces.