El autor, en un estilo conclusivo, destaca la inmanencia y trascendencia como típicas de toda experiencia de Dios. En la suma inmanencia de la Encarnación, Dios se muestra el sumo trascedente y revela las tres personas, sin las cuales no se comprendería la posibilidad de la Encarnación redentora. Si Cristo es Dios con nosotros y el Espíritu su don en nuestros corazones, es en el Padre donde sobre todo percibimos la trascendencia. La revelación del interior de Dios se inserta, por así decirlo, en ese Dios que el hombre oscuramente busca en la teología negativa.